Durante la primera parte de su vida, la libélula pasa su tiempo bajo el agua, donde no puede imaginar que exista otra realidad y espacio. Sin embargo, en algún momento, la ninfa sale a la superficie hacia su nuevo mundo, donde gracias a la influencia de la luz solar, pasa su transformación final: desprendiendo el viejo caparazón para encontrar su nueva forma perfecta. Este proceso es similar a cómo un día nuestras emociones inmaduras pueden transformarse en una nueva conciencia perfecta: la conciencia de nuestra libertad emocional.